ADA
Ada, cada mañana se levanta libélula
que va saltando de flor en flor,
atraída por el vuelo apresurado
de una mariposa aleteando con pereza,
que juega a no ser presa de sus garras con increíble belleza.
Doña pluma, frágil como el cristal,
pero ágil como el manantial,
surca los recodos de cualquier modo
entre maceta y arenal,
dibujando una sonrisa en mi vida
un tanto fría y aburrida.
Ella es feliz como ninguna
y juega, alborota y trota
enmarañada entre el suelo verde,
escondiendo sus uñas afiladas
con suave parsimonia como si fuera
nube flotando al compás de sus andares.
Que te quiero mi niña y que felicidad la mía
viendo cómo disfrutas
con tu jovial inocencia
sobre este mundo cruel
de hombres intolerables.
Y no sabes de maldades
ni tan siquiera por descuido,
pero yo suspiro
sintiéndome afortunado
por haberte capturado.
Y con esmero vigilarte,
mientras tú, dichosa en tu caminar
alborotas a los demás
llena de infinita energía.
Y con tu irresistible ronroneo
cuando rozo tu cuello con mis dedos.
quedarte dormida,
sumida entre algodones
olvidando los recuerdos del ayer.
y tejiendo los momentos del presente
para mostrar tus mejores maullidos
a las nuevas manos que te harán crecer
y te han de querer,
porque das brío a todo mi ser.